Aún cuando resultan invisibles el agua del acuario está poblada por una multitud de pequeños seres microscópicos, entre otros algas, bacterias, hongos y protozoos. La mayoría de ellas realizan la vida sujetos a los objetos decorativos o al sustrato, utilizando la columna de agua para reproducirse y colonizar nuevos territorios.
De entre toda esta multitud de pequeñas formas de vida encontramos microbios tanto unicelulares como pluricelulares de los denominados útiles para el acuario y otros que son responsables de la aparición de diferentes patologías e infecciones.
En acuariofilia para la eliminación de los microbios patógenos disponemos de dos equipos no exentos de gran controversia: el equipo de desinfección por ozono y la lámpara de radiación ultravioleta.
En este artículo vamos a hablar de ésta última comentando sus planteamientos de funcionamiento teóricos y su puntos contradictorios.
En su diseño la lámpara ultravioleta está formada, simplificando, por una especie de fluorescente recubierto de una cámara de cuarzo. En el interior del fluorescente encontramos dos electrodos a través de los cuales fluye una corriente eléctrica por medio de un gas inerte con una pequeña carga de mercurio. La acción de esta carga eléctrica activa los inones de mercurio produciendo la radiación. |
Las lámparas cuentan con un cuerpo de cuarzo que recubre el fluorescente y cuyo objetivo es el de no permitir la emisión de radiaciones extremadamente bajas que provocarían la ionización del oxígeno produciendo ozono y monóxido de nitrógeno.
Las radiaciones de la lámpara actúan sobre las cadenas de ADN y el metabolismo de los pequeños organismos. Dependiendo de su propia resistencia estos morirán instantáneamente o al cabo de unas horas. Lo que si se provoca es una esterilización efectiva de todos ellos por lo que no podrán reproducirse. Por está razón tras un plazo determinado la especie de microorganismo afectado desaparece al 100% de la instalación.
En la efectividad de la lámpara se presenta la mayor controversia. Está demostrado que el tiempo de exposición al que se vean expuestos los microbios influye sobre su menor o mayor efectividad. Sobre este factor influye en gran medida la velocidad de circulación del agua siendo contraproducente lo afirmado sobre la colocación de la lámpara conectada a la boca de salida del filtro, ya que inevitablemente este caudal de agua estará dotado de una excesiva velocidad.
La lámpara de desinfección sólo es efectiva sobre aquellas formas microscópicas suspendidas en el agua ya que sólo ataca con la radiación a los microbios presentes en el agua que atraviesa el reactor. Por esta razón no resulta efectivo con elementos patógenos presentes o fijados a los cuerpos de los peces. |
Teóricamente con su empleo la lámpara también elimina a otros microorganismos como el plancton y bacterias útiles por formar parte de la dieta de los corales y otros seres vivos. Para paliar esta pérdida se debe añadir complementos.
Durante la fase de maduración del tanque las bacterias útiles para la colonización del filtro realizan sus procesos reproductivos a través del agua. Por ello deberemos de apagar la lámpara para no eliminar las esporas y evitar así la colonización.
No todos los microorganismos requieren de la misma intensidad y mismo tiempo de exposición a las ondas para lograr su desinfección. También se deberá tener en cuanta la dosis. El volumen y la calidad del agua resultan cruciales para garantizar la efectividad de la lámpara así como el grado de envejecimiento del tubo.
La presencia de compuestos y partículas en suspensión en el agua resta capacidad de penetración a los rayos ultravioletas. Compuestos como el hierro o la materia orgánica disminuyen la acción de la lámpara. Otras sales disueltas en el agua como el Calcio o el Magnesio no parece presentar efectos negativos. En el caso del agua salada las dosis de radiación han de ser mayores que para el mismo volumen en agua dulce.
Su utilización más recomendable será por algunas horas al día no utilizándose en caso de aplicación de medicamentos porque podrían descomponerse. No se debe abusar de su utilización puesto que un uso continúo nos llevaría paulatinamente hacía un mayor grado de esterilización del agua con lo que a la larga los peces tienden a producir menor cantidad de anticuerpos al no necesitarlos y volviéndose por ello mucho más indefensos a los agentes patógenos causantes de las enfermedades.
Su utilización con independencia del circuito de bombeo del filtro parece ser lo más efectivo. Por ello podemos disponer de una bomba de reducido caudal que garantice una lenta circulación por el interior de la zona de influencia de la lámpara. Un sistema de prefiltrado mecánico resulta también conveniente para retirar cualquier elemento en suspensión que restaría efectividad.
La velocidad de circulación del agua es otro punto de controversia. Muchos autores y aficionados experimentados citan como causa de ineficacia el escaso tiempo de exposición de los elementos patógenos a la acción de la lámpara. Por ello mucho se ha escrito sobre su alto grado de efectividad sobre organismos unicelulares y baja efectividad contra los pluricelulares.
El tiempo de exposición a los rayos ultravioletas ha de ser cercano a los diez segundos para afectar a los microorganismos. La propia estructura de los aparatos comercializados no permite alcanzar dicho tiempo de exposición siendo en estos casos mayoritariamente más útiles para el control de invasión de algas unicelulares y filamentosas y algunas infecciones externas por parásitos.